El nuevo colchón de látex ha entrado en casa. Lo trajo, enrollado en un apretado paquete, un señor gordo y sudoroso, sin afeitar, que lo bajó de un camión de reparto.
Lo subimos al dormitorio, le quitamos los precintos y, en pocos segundos, ya se estiraba sobre el somier. Al veterano colchón de muelles, lo dejamos pegado a la pared, todavía con su funda de ramitos de flores blancas y azules.
Ahora, el nuevo, duerme a pierna suelta; pero el desplazado vigila y sueña con volver a su puesto. Se teme lo peor, ha oído conversaciones y la situación se está poniendo tensa...
-Me da lástima desprendernos de él, todavía está de buen uso.
-Pues yo no soporto verlo ocupando sitio. ¡¡Quítalo de mi vista!!
Ha amanecido y él sigue ahí, erguido, desafiante sobre la pared del cuarto. Sabe lo que le espera: Ser expedido junto a los cubos de basura, con restos de muebles de cocina, sillas rotas y otros estropeados e inútiles enseres.
Cuando vuelvo del trabajo, aún sigue ahí... De nuevo, la mujer no deja de dar la tabarra con lo del colchón:
-¿Quieres quitar ese bulto de mi vista?
-Está bien, voy por una cuerda para atarlo.
No sin esfuerzo, logro doblar el amplio espinazo metálico, pegándole los pies a la cabeza, en una postura casi fetal. Lo arrastro por las escaleras y lo deposito en el punto de recogida de inservibles. Allí lo dejé, encogido, junto a un carrito de bebé.
Anochecía cuando aquel hombre extraño se puso a recoger la capota del cochecito y a comprobar su resistencia. Luego recogió al desechado colchón y lo aupó al improvisado vehículo. Y con lentitud pasmosa se fue alejando con el tarareo de una canción pegadiza pegada a la boca.
¿Cuál sería su destino? Seguro que, en un desguace, le sacarían la estructura metálica y el resto sería desechado.
Triste destino para un doméstico colchón. Él, que compartió tantas intimidades y soportó encuentros y desencuentros, ya no será más que un objeto destrozado.
Parecidas historias suceden cada día. Desgraciadamente, son personas las desechadas.
Qué fácil es tirar a la calle a trabajadores que dieron años de su esfuerzo a la empresa; y se les sustituye por otros más jóvenes, mano de obra barata, subvencionado riesgo y mínima implicación personal.
-Está bien, voy por una cuerda para atarlo.
No sin esfuerzo, logro doblar el amplio espinazo metálico, pegándole los pies a la cabeza, en una postura casi fetal. Lo arrastro por las escaleras y lo deposito en el punto de recogida de inservibles. Allí lo dejé, encogido, junto a un carrito de bebé.
Anochecía cuando aquel hombre extraño se puso a recoger la capota del cochecito y a comprobar su resistencia. Luego recogió al desechado colchón y lo aupó al improvisado vehículo. Y con lentitud pasmosa se fue alejando con el tarareo de una canción pegadiza pegada a la boca.
¿Cuál sería su destino? Seguro que, en un desguace, le sacarían la estructura metálica y el resto sería desechado.
Triste destino para un doméstico colchón. Él, que compartió tantas intimidades y soportó encuentros y desencuentros, ya no será más que un objeto destrozado.
Parecidas historias suceden cada día. Desgraciadamente, son personas las desechadas.
Qué fácil es tirar a la calle a trabajadores que dieron años de su esfuerzo a la empresa; y se les sustituye por otros más jóvenes, mano de obra barata, subvencionado riesgo y mínima implicación personal.
Es una banda ya desaparecida, los Secretos, que hicieron canciones como ésta. En mis años mozos me gustaba oír sus canciones...con su punto romántico y todo.
12 comentarios:
Estupendo relato.
No deja de ser paradojido la similitud, que tienen los enseres que ya no necesitamos y las personas que la sociedad y los entes sociales ya no quieren.
Un abrazo.
Así nos sentimos los parados, como viejos trastos que no servimos para la sociedad, cuando hemos estado trabajando tantos años, y después de tener experiencia nadie quiere contratarte porque con más de 35 años se es un trasto viejo, como el colchón.
Un beso, amigo Mateo.
Hola querido amigo, me ha encantado tu nueva imagen...veo que varios estamos aprovechado las garantías de blogger para hacer un cambio....;-)
Se vé muy bien!! ;-)
Lo que cuentas es ley de la vida Mateo.. nos guste o no...lo que marca la diferencia es en el cómo lo hacemos hoy...
Pero dime Mateo, que hacemos cuando estamos por llegar a la edad de "jubilación", hacernos los tontos...pienso, y lo hemos conversado con mi marido, es que aprox 10 años ANTES debiéramos pensar dedicarnos a lo que nos gusta...y ahi motivarnos...;-) y que no nos pille de sorpresa lo que es inevitable...
Un abrazo grandote, y felicidades por tu nueva cara!
Ali
Te digo una cosa en Secreto ,¡ también yo escuchaba esta canción! año 91¡casi ná!.
Domésticos me ha encantado. La metáfora que has hecho después con los inservibles humanos... pero sobretodo me ha encantado el diálogo de pareja ( la mujer siempre quiere tirar y el hombre guardar) y es cierto ¡cuántos encuentros y desencuentros ha vivido ese colchón en este caso y otros enseres en otros!.
Realmente bonito. El latéx puede cuidar mejor la espalda pero su silencio es más hostil.
Un beso
Me gustan tus relatos cotidianos que nos acercan a la cosas de la vida.
Disfruto mucho tu casa y ahora está tan bonita!
Mil abrazos, querido amigo.
M.
mateo,sigue asi,me gustan mucho tus relatos
Hola Mateo
de cada cosa que te sucede en tu vida le sacas algo, de ahi,deduzco que ya has pasado de aprendiz a escritor, y ya eras algo mas que eso.
Cuanta razon tienes!!! pero las cosas estan asi...que podemos hacer nosotros? los quemas y los que menos, empezamos a doblar el espinazo, como se dice por aqui, a muy temprana edad, y ahora que ya ni somos tan jovenes, ni tan viejos, como para estar sentados todo el dia...y ahora que?...
pero bueno, espero que la cosa, al menos no vaya para peor, porque sino, nos vemos como el los tiempos de nuestros abuelos!!
No seamos pesismistas! nos vana dar igual!!!
Un fuerte abrazo
Holaa, a mí me está pasando lo mismo, pero en vez de un colchón, con una bicicleta... cuando la recojan la echaré mucho de menos...
Me ha recordado mucho a mi bicicleta, adióss y pasa por mi blog.
¡Pobre colchón!, me da penita, las mujeres somos muy pesadas, qué trabajo hubiese costado dejarlo unos poquitos días allí, para que se fuera acostumbrando, pero seguro que habrá ido a otra cama en la que lo habrán acogido con cariño.
Ahora en serio, lo peor y más triste es lo que sucede con las personas a las que sustituyen por otras más jóvenes, sin pensar en sus sentimientos, en todo el daño que les pueden hacer.
Me gusta esa canción de Los Secretos, me recuerdo mi lejanísima juventud.
El atardecer de Mahón te lo regalo de todo corazón.
Muchos besos, Mateo.
Lo malo de poner los pies en la Tierra es que nos invade una inmensa sensación de realidad. Es demasiado difícil inventar parcelas de una vida feliz, cuando las personas son colchones desechables antes de tiempo. Todo tiene una historia, las piedras, los mosquitos,las personas y los colchones; todos tienen derecho a guardar una vida feliz y nada ni nadie debería ser desechable.
Me ha encantado, Mateo. Me recordabas, mientras te leía, a Gabriel Miró.
Te felicito.
Muchas gracias y un abrazo enorme, desde la Enter.
Disfruto tus letras de todos los dias tus cuentos nos llenan de siempre armonia
Besos para vos
A veces, creo, es necesario aprender, gozar y no depender de los objetos, de los recuerdos, pero no es fácil deshacerse.
El colchón se llevó los secretos.
Besos.
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