Almendros en flor

Amaneció luminosa y clara la mañana. Y se regocijó prendiendo de nuevo flores en los almendros. Es que la primavera se ha colado sigilosa por entre las cumbres nevadas, los ríos de turbulentas aguas y los olivares.
Todos se florecieron al unísono, seguros de que el poderoso invierno ya no podría espantar de allí a la sensual primavera.

La tierra está demasiado húmeda, ha llovido con insistencia desde mediados de diciembre. Con tanto jugo acariciando sus raíces, el atrevido almendro ha lanzado las campanas al vuelo y se ha vestido de bodas. Espera que la brisa o las impertérritas abejas esparzan su semilla por el campo, donde otros de su especie, como también él, sean fecundados. No hay quién ponga freno al amor, y estos árboles son enamoradizos sin remedio.

Han sido valientes y no temían ya el regreso del temido invierno. Sin embargo, ese viejo de luengas barbas no se ha marchado aún. Se escondió en las cumbres a meditar su regreso.

Y lo hizo, ha vuelto...Vestido de niebla, empapado en sudor de lluvia, airado y tremendo, abraza las rosadas y blancas cabelleras de los incautos y sorprendidos almendros.

El sol regresará en cualquier momento, más fuerte cada día, derritiendo las gélidas barbas con las que ese viejo asusta a todos.

Para ayudar a espantar al insoportable invierno, ésta pieza de Smetana. Para mí, el más hermoso y exultante himno a la primavera.