El disco dorado se cuela entre la bruma y enciende las faldas montañosas, hoy vestidas de verde, ocres y grises.
Hay dos caminantes que emprenden un pequeño reto: ascender a la cima del pico Torrecilla*, 1919 metros sobre el nivel del mar. Ése, el objetivo; el disfrute, el camino mismo hacia allí.
Dejamos el vehículo en las puertas del parque natural. Con la mochila a la espalda y el imprescindible bastón de caminante nos adentramos en la senda que asciende serpenteante y lenta. El bosque de pinsapos, el abeto que habita casi exclusivamente en estas sierras, nos flanquea la primera parte del trayecto. Dos hermosos ejemplares han desistido de seguir erguidos y se tumban vencidos para siempre. Es el momento del primer descanso para tomar aliento, beber un poco de agua y recoger el correspondiente registro fotográfico.
La civilización se ha alejado lo suficiente como para que su contaminante influjo haya desaparecido. Y son los primeros trinos de la alondra al venir el día y los del arrendajo, imitando el ruido ajeno, quienes inundan el ambiente.
Alonso solía desaparecer, escapándose a la sierra. Huía hacia el bosque y se adentraba en él buscando la paz que no encontraba en ningún otro lugar. Cada vez que lo hacía, un rincón diferente se le aparecía; y era allí donde establecía su efímero reino. Siempre se descalzaba y se liberaba de todo lo superfluo. Iniciaba una especie de simbiosis con la naturaleza: primero se impregnaba de los sonidos, de los olores y aromas de la tierra; luego, recorría los cuerpos de los árboles, escudriñaba cada centímetro del suelo y se tumbaba al fin, como si así pasara a formar parte de aquel recóndito lugar.
Llegada la noche, se regresaba como sonámbulo, pero renovado y limpio de nuevo.
Hay mucho camino por delante y los andariegos echan a andar sus pasos sin prisa.
En su agradable deambular serrano, hay otro momento para contemplar un "pozo de nieve"
Fue mi abuelo Andrés uno de aquellos arrieros que subían al anochecer para cargar en enormes seras el hielo prensado de esos neveros*. Entamados convenientemente bajaban de madrugada y aligeraban el paso de sus bestias antes que el calor del incipiente verano aguara su preciado cargamento. Vuelvo a recordar esa circunstancia al otro paseante y consigo que él me recuerde que siempre se lo cuento en este mismo lugar.
Conforme ascendemos, van desapareciendo los pinsapos. A más altitud ya no resisten la crudeza de la altiplanicie cercana a los 2000 metros.
Hay un grupo de jóvenes que adelantamos en la zona de los Ventisqueros, dando vista ya al peñón de Enamorados, punto clave de la subida, porque a partir de aquí la senda se allana y hace mas llevadero el camino.
Se cuentan leyendas sobre esa "Peña de Enamorados". Dicen que, en aquellas épocas en las que quererse no dependía del corazón, los matrimonios se concertaban en las familias, por intereses. Se rompían amores en el instante mismo de ser conocidos por padres, hermanos o familia.
- Ése no te conviene...
-Ni se te ocurra ennoviarte con ésa...
-No ves que sólo busca tu dinero...
María y José se querían desde niños. Compartieron juegos y amigos, pero pronto supieron que no podrían ser novios. Él era pobre y ella la hija del alcalde. Sin embargo, no podían evitar encontrarse en las fiestas, en las romerías, en los bailes de Carnaval. Y fue en una noche de ésas, la de martes de carnaval, cuando se juraron amor para siempre.
No pasaron ni cinco meses cuando su embarazo fue evidente y, ante su negativa por delatar al padre de la futura criatura, el castigo, que la encerraba en casa a cal y canto, su consecuencia.
José era valiente y una noche saltó tapias para buscarla. Del patio de la casa señorial la rescató y se escaparon al monte. Y en la peña más alta se refugiaron dispuestos a arrojarse de lo más alto si no les permitieran casarse.
La guardia civil no tardó en encontrarlos, porque siempre hay alguien que les vio salir por entre las callejas y tomar el camino de la sierra.
El alcalde quería tanto a su hija que claudicó bien pronto de su oposición al casamiento. Es que no se le quitaba de la cabeza esas historias de amantes enamorados que se lanzaron al vacío desde la peña antes de renunciar a su amor.
Un paisaje lunar se abre delante de los ojos. Sólo unos fantasmales quejigos se yerguen mutilados, heridos de mil mataduras, en la ondulante llanura. El invierno fue abundante en nieves y ellos soportaron estoicamente ese níveo manto que les desgajó ramas como brazos.
Han llegado grupos de gente que buscan subir a la cima. Se concentran en la zona de "el pilar de Tolox". Allí, surge una fuente fresca que llena un pilón. Desde tiempo inmemorial en esta tierra, en primavera y verano, pastan ovejas y cabras sin pastor, ellas se cuidan solas, aunque tienen amo y rinden su beneficio anual.
Refrescadas las gargantas y retomado el respiro, toman de nuevo el sendero, ya definitivo, que les llevará a la cima.
Un ascender cansino, agotador, que machaca las piernas y acelera el pulso, es el mayor esfuerzo que tienen que hacer los montañeros. Sin embargo, unas ligeras piernas nos adelantan como si volaran...hay gente adicta a la marcha montañera para los que el último tramo, bastante duro para cualquier caminante, es pan comido.
Han llegado grupos de gente que buscan subir a la cima. Se concentran en la zona de "el pilar de Tolox". Allí, surge una fuente fresca que llena un pilón. Desde tiempo inmemorial en esta tierra, en primavera y verano, pastan ovejas y cabras sin pastor, ellas se cuidan solas, aunque tienen amo y rinden su beneficio anual.
Refrescadas las gargantas y retomado el respiro, toman de nuevo el sendero, ya definitivo, que les llevará a la cima.
Un ascender cansino, agotador, que machaca las piernas y acelera el pulso, es el mayor esfuerzo que tienen que hacer los montañeros. Sin embargo, unas ligeras piernas nos adelantan como si volaran...hay gente adicta a la marcha montañera para los que el último tramo, bastante duro para cualquier caminante, es pan comido.
En la cumbre, no hay sombras, el viento y el sol lo ocupan todo. Y no hay más música. El silencio de la cumbre es ahora ruidoso, una veintena de atrevidos lo invaden, pero de gozo y satisfacción.
El descenso se hace necesario, la tarde irá cayendo irremisiblemente y la vuelta será aún más larga, porque se harán precisos más pasos para el mismo camino.
El descenso se hace necesario, la tarde irá cayendo irremisiblemente y la vuelta será aún más larga, porque se harán precisos más pasos para el mismo camino.
*En la Sierra de las Nieves (Málaga) en la localidad de Yunquera, se pueden visitar algunos de los antiguos pozos de nieve recuperados. Sobre los 1300 y los 1.700 m de altitud, podemos encontrar estos pozos. Se tratan de unos hoyos circulares de 8 a 10 m. de diámetro y algo más de medio metro de profundidad reforzados, en algunos casos, con un muro de piedra seca. Desde estos neveros se transportaba el hielo hasta Málaga capital, Marbella y localidades cercanas.
16 comentarios:
Preciosos los relatos!
Aquí quedan unos pocos... les llamamos "pous de glaç", pozos de hielo, però contados, poquísimos!
Un abrazo fuerte amigo, estoy de vacaciones tontas, vida de perro y comiendo como loca!
Que hermoso texto Tanto tiempo estas perdido en los mares de tus sueños Beso y flor para vos
Excelente narración, muy ilustrativa.
Abrazos.
Enorabuena,en una tarde como esta de lluvia nada mejor que un buen relato.
He conocido tu blogs buscando información sobre Rosario "La Arbola", era parienta mia, no se si abuela de mi abuelo, o tia.. mi familia por parte de mi abuelo eran de Alozaina, y la verdad es que sobre su familia tenemos muchas lagunas, no sabemos porque se fueron de allí, tal vez la historia de Rosario tenga algo que ver con su huida,leyendo lo que escribiste de Rosario y los comentarios que recibistes despues veo que te escribio un tal Angel que dice ser biznieto de Rosario, me gustaría si estuviera en tu mano que me pasaras su dirección si la tienes a ver si podemos aclarar algunas dudas.
Muchas Gracías seguiremos leyendo esos relatos cortos que hacen que uno viaje en el tiempo.
Saludos Elisa
ruidoso34@hotmail.com
Me has hecho revivir alguna de mis andanzas por la montaña y... simplemente contemplo el paisaje...
Una vivencia la que nos cuentas llena de sentimientos y de vida. conocía la existencia de esos neveros y de su dura vida.La historia de los enamorados es como tantas otras y a la vez única. el amor es eso, siempre el mismo y a la vez distinto.
En estas largas vacaciones de semana santa también yo he entrado al bosque, muy a la entrada y ahora al leerte, he tenido la sensación de compartir la misma mirada al ver "los ejemplares vencidos y tumbados para siempre". También he pensado en alguien a quien quiero profundamente, mi padre, que desde hace meses, por la edad, ya no recorre los caminos del bosque,caminos que nos ha enseñado y compartido...
Un placer leerte. Siempre se me hace muy largo el tiempo entre una entrada y la otra.
Un beso
Precioso relato, me ha encantado acompañarte por la Sierra de las Nieves, y casi ni me he cansado, jeje... Y preciosas las historias que has insertado, la de los neveros, y la de los enamorados.
Hay una página que no sé si conocerás, se llama Senderitos y vienen muchas rutas para hacer senderismo y con mucha información por si se quiere hacer con niños. Y creo que voy a empezar a inculcar a las niñas ese hobbie que es precioso y muy saludable.
Un saludo.
Sonia.
http://unamadreimperfecta2.blogspot.com/
Aquí en Aranjuez había un pozode nieves para refresco de la realeza y corte. Creo que ahora está cegado.
Gracias por llevarnos de viaje con tu prosa. A mí una vez vistos los pinsapos sería difícil arrancarme de ellos.
Abrazos, gracias y ánimo.
Que bello relato, me transportaste a sus senderos y los bosques..debe ser hermoso, aprendi contigo de Malaga.
La historia de enamorados que prefieren morir a vivir separados es tan romantica! me gusto.
Feliz semana! besos,
Ay amigo, cuánto tienes que decir. Sigues llevándome de paseo. Me sentí en la montaña.
Sigamos caminando.
Abrazos.
Un placer, volver a estar aquí, como siempre, tus escritos están narrados desde tu pluma de oro.
Espero que estés bien, hacía tiempo que no te leía.
Un beso.
Tus escritos alimentan Tienen la pureza de lo real, lo autentico El sabor de lo bueno...Son como un dia de sol mientras la brisa lame mi cuerpo
UPSSSSSSSSS aqui estoy de nuevo
Un relato de amor
a la naturaleza,
que sumerje al lector
en la diáfana y pura
cadencia natural
de las montañas
Mateo estas incursiones por los caminos de la sierra están latentes de vida y además las cuentas con la pasión real de quién ama la tierra y eso lo hace todavía más creíble.
He tenido que buscar lo que son los pinsapos y también
quijigos. Sí conocía los neveros, esos hombres, tú abuelo tendrían miles de historias que contar.¿y no hace tantos años! no nos damos cuenta del pasado tan cercano y tan distinto.
Luego las historias de amor tan de siempre...
Un beso
No conozco la Sierra de las Nieves, por tu relato y por las fotos se ve que es un bello lugar. Imagino la sensación maravillosa que debe sentirse al llegar a la cumbre de la montaña, el placer de respirar aire puro y la paz y tranquilidad de las alturas alejados de las ruidosas ciudades. No conocía los pozos de nieve, ni siquiera sabía de su existencia. Bonita leyenda la de ese amor prohibido, hacía mucho que no escuchaba la canción Dos cruces, hace años la cantaba, me la sabía de memoria.
Una preciosa entrada, y muy completa.
Besos, Mateo, sigo leyendo.
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