«Los ojos que ves, no son ojos porque los veas, son ojos porque te ven.» Antonio Machado.
En una visita escolar al Museo de las Ciencias de Granada tomé esta fotografía. Cientos de miradas formando columnas me dieron qué pensar... en tantas miradas como se posan en nosotros y de las que no somos conscientes, también en las que depositamos nosotros mismos. Miradas superficiales que no cambian nada, como ojos que no ven.
Pero hay otras miradas, un tanto diferentes... las de aquellos que miran por dentro. ¿Alguna vez miraste así?
En una visita escolar al Museo de las Ciencias de Granada tomé esta fotografía. Cientos de miradas formando columnas me dieron qué pensar... en tantas miradas como se posan en nosotros y de las que no somos conscientes, también en las que depositamos nosotros mismos. Miradas superficiales que no cambian nada, como ojos que no ven.
Pero hay otras miradas, un tanto diferentes... las de aquellos que miran por dentro. ¿Alguna vez miraste así?
Mi historia de hoy trata de eso...y de algo más.
A la vuelta de la esquina, como cada mañana, Elisa espera la llegada de algún comprador. Elisa vende cupones, es ciega, y con ellos se gana la vida.
Ya hace tiempo que conozco a mi vendedora. Y la llamo así, porque sólo le compro a ella. Me da suerte hacerlo, aunque nunca pasé de unos euros de beneficio. Debo ser algo supersticioso, pero si no voy a su encuentro cada mañana, pareciera que no me enfrento a la jornada con entusiasmo.
Fue una desapacible mañana de octubre cuando la conocí. Me disponía a coger el autobús para ir al encuentro de una entrevista de trabajo. En la espera, oí la voz de la vendedora decir..."cambie su suerte, ...hoy es su día". Sin pensarlo me dirigí a ella y le pedí que cambiara mi suerte. Ella con una sonrisa me contestó:
- Yo sólo le deseo suerte, cambiarla depende de usted.
A la mañana siguiente volví a agradecerle que me hubiera dado suerte. Me aceptaron en el trabajo y empezaba precisamente a trabajar ese día.
-Puede darme hoy suerte también -le dije, acercándome a ella.
-Pues claro, esa es mi intención. Si pone ilusión, la suerte estará de su parte.
Le mostré el cupón del día anterior para que lo comprobara. Sabía que no tendría premio, pero Elisa me lo confirmó con una sonrisa. Guardé el número para conservarlo, sería como un amuleto.
En días sucesivos fui, sin faltar uno, a la esquina de la suerte, así me dio en llamarla. Más que buscar un golpe de suerte, coger un pellizco que me llenara los bolsillos, deseaba encontrarme con Elisa. Estaba convencido de la positiva influencia que ejercía sobre mí.
Elisa es ciega desde los diez años. Una gripe se apoderó de su cuerpo frágil y enfermizo, y todo se le complicó hasta la ceguera total.
Casi nunca tenía premio el número que escogía. Es más, se me había metido en la cabeza que me iría mejor el día sin que consiguiera ni la devolución de lo invertido.
Por eso, cuando al fin salió premiado el número que llevaba con unos euros, decidí no ir esa mañana a trabajar. Al mismo tiempo, ya estaba invitando a Elisa a desayunar. Aunque se mostró reacia a abandonar su puesto, después de insistirle mucho, aceptó.A la vuelta de la esquina, como cada mañana, Elisa espera la llegada de algún comprador. Elisa vende cupones, es ciega, y con ellos se gana la vida.
Ya hace tiempo que conozco a mi vendedora. Y la llamo así, porque sólo le compro a ella. Me da suerte hacerlo, aunque nunca pasé de unos euros de beneficio. Debo ser algo supersticioso, pero si no voy a su encuentro cada mañana, pareciera que no me enfrento a la jornada con entusiasmo.
Fue una desapacible mañana de octubre cuando la conocí. Me disponía a coger el autobús para ir al encuentro de una entrevista de trabajo. En la espera, oí la voz de la vendedora decir..."cambie su suerte, ...hoy es su día". Sin pensarlo me dirigí a ella y le pedí que cambiara mi suerte. Ella con una sonrisa me contestó:
- Yo sólo le deseo suerte, cambiarla depende de usted.
A la mañana siguiente volví a agradecerle que me hubiera dado suerte. Me aceptaron en el trabajo y empezaba precisamente a trabajar ese día.
-Puede darme hoy suerte también -le dije, acercándome a ella.
-Pues claro, esa es mi intención. Si pone ilusión, la suerte estará de su parte.
Le mostré el cupón del día anterior para que lo comprobara. Sabía que no tendría premio, pero Elisa me lo confirmó con una sonrisa. Guardé el número para conservarlo, sería como un amuleto.
En días sucesivos fui, sin faltar uno, a la esquina de la suerte, así me dio en llamarla. Más que buscar un golpe de suerte, coger un pellizco que me llenara los bolsillos, deseaba encontrarme con Elisa. Estaba convencido de la positiva influencia que ejercía sobre mí.
Elisa es ciega desde los diez años. Una gripe se apoderó de su cuerpo frágil y enfermizo, y todo se le complicó hasta la ceguera total.
Casi nunca tenía premio el número que escogía. Es más, se me había metido en la cabeza que me iría mejor el día sin que consiguiera ni la devolución de lo invertido.
A pesar de los breves encuentros diarios, una sincera amistad fue haciéndose con el tiempo. Ella sabía decirme las palabras justas cada día. Su mirada, a través de sus gafas oscuras, se diría más certera, más profunda, que cualquiera otra por muy minuciosa que ésta fuera.
Fue especial el domingo que salimos por fin juntos. Paseamos por la playa, almorzamos en aquel kiosco del puerto y me pidió que la llevará al cine. No me sorprendió nada su petición, estaba seguro que no necesitaba los ojos para ver.
Ya en la sala experimenté sensaciones, inimaginables hasta entonces para mí, al permanecer toda la película cogido de su mano mientras le describía escenas y paisajes. Al finalizar la proyección pude comprobar que Elisa había percibido matices que yo no alcancé a ver ni por asomo.
A pesar de nuestra creciente amistad, de salir juntos en varias ocasiones, aún no se había formalizado la relación. Lo cierto era que yo no acababa de pedírselo y ella se mantenía discreta y reservada.Ya en la sala experimenté sensaciones, inimaginables hasta entonces para mí, al permanecer toda la película cogido de su mano mientras le describía escenas y paisajes. Al finalizar la proyección pude comprobar que Elisa había percibido matices que yo no alcancé a ver ni por asomo.
La crisis fue la excusa que le dieron antes de echarle del trabajo. No se lamentó de su suerte, pues se dijo..."ahora cambiará de nuevo mi suerte". Y, aunque parezca increíble, no fue otra que la suerte de ser agraciado con el mayor premio de la lotería.
Cuando aparecí por la esquina donde Elisa esperaba pacientemente con sus cupones de lotería, ella ya me sintió. Al coger sus manos y besarla, lo supo inmediatamente...
-¿A que te cambió la suerte?
-Sí, y a ti también, si quieres.
Quiso y quise...
Ya no vuelve a diario a la esquina. Actualmente estudia psicología.Y, mientras, yo escribo...
20 comentarios:
Mateo de ser real la historia, es bellísima. De ser ficticia está tan bien relatada que me transporta a la calle, a la esquina, al quiosco y hasta el cine.La amistad, el amor, surge en cualquier lugar, con una mirada.
Es cierto que se pueden entablar relaciones, llevar a cabo conversaciones y confidencias con personas que en principio, no están dentro de nuestro mundo de amistades y así de repente se da uno cuenta de que existe "un algo" que te une a esa persona y necesitas esos minutos de intimidad diarios.
P.D. Desgraciadamente y respondo a tu pregunta del principio, con mucha frecuencia miramos sin ver. Hemos de esforzarnos como dice Machado y que nuestros ojos vean.
Un beso
Muy bella la historia que relatas amigo.
Y especialmente, me ha gustado la frase que compartes.
Debemos mirar con los ojos del alma, con los corazón, con esa mirada profunda y sincera, y dejar de lado la mirada superficial.
Un beso.
Precioso relato, Mateo, los ojos del corazón y los del alma son infinitamente más importantes que los otros, y nos hacen ver las cosas verdaderamente importantes de la vida. En muchas ocasiones nos dejamos engañar por lo externo y lo más bello y duradero está en el interior.
Un abrazo, Mateo.
Hay miradas que lo dicen todo, que desnudan el cuerpo, el corazón y el alma.
Cariños para ti.
mar
Aunque no lo creas en una estación de tren en Buenos Aires, hay una Elisa, con la misma ganas de ver otro horizonte.
Te abrazo querido Mateo.
M.
Una historia preciosa.
Un abrazo Mateo.
Ay qué historia tan hermosa.
Y sí, mirar no es fácil. Hay que aprender.
Me gustó mucho la historia.
Abrazos.
G
Un final feliz es lo que necesitaba ahora querido amigo, fortuna y amor de la mano. Y, conste, que le no le doy nada a la lotería...aún así creo que me tocar un día de estos.
Un abrazo.
Y que mayor suerte que encontrar así, sencillamente, el amor y la amistad, la confianza y el saber ser feliz con lo que a uno le toca "en suerte"? Preciosa, verdaderamente linda y emotiva la historia Mateo, sea o no cierta, pudiera bien serlo...
Besos, gracias por estar ahí, siempre cerquita, con tu aliento...
Muy bella la historia, Mateo. Me ha encantado.
Yo soy de las que miran profundo!
Beso para ti.
¡Qué casualidad! Dejo un comentario en el blog de Hipatia y me encuentro con unas palabras suyas que me invitan a llamarle camarada, como se lo hubiese yo llamado a Miguel Hernández si lo hubiera conocido en persona.
Echo de menos Alozaina. Mi padre fue allí profesor de autoescuela durante una buena temporada.
Desde Málaga capital le escribo y le confieso que me gusta mucho su bitácora. No deje de trabajar en este blog.
¡Salud!
Hola Mateo, me ha llamado la atención el cartel que tienes sobre la escuela pública, ¿es de Manolo SIERRA?
Tu relato es muy tierno, y transmite buena suerte.
Un saludo
Mateo, ¿es real? sino es así, haces que lo parezca...
Te superas...
Que buen texto Asombroso el arte de tus letras!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!. El resultado es ver la vida con los ojos de un niño la madurez sin vista de los ciegos y el amor de algo sensual...Te enlazo a mi Tomemos te con letras mientras nuestros pensamientos vuelan en la distancia de la amistad...
Beso
Vení dale te invito con café
HOLA, CREO QUE LA PREGUNTA DE TODOS ES ¿ ES REAL TU HISTORIA?, ME SUMARE A TODOS POR QUE A MI ME ENCANTO LEERLA, Y AL FINAL TAMBIEN LA DUDA ME ATRAPO, UN ABRAZO Y HABER AMIGO POETA SI NOS DAS UNA RESPUESTA QUE NOS QUEDAMOS EN ASCUAS, LA SUERTE, LA SUERTE, PODRIA ESTAR Y NO ESTAR VERDAD, BESITOS
Te dejo mis saludos, y mis deseos de una feliz semana.
Un beso.
Que linda historia!!Como decia el principito 'lo esencial es invisible a los ojos' me gusto mucho,
besos,
Preciosa música, antes no había escuchado el vídeo.
Un beso, Mateo.
Hola Mateo...no te puedo decir mas de lo que los demas ya han dicho.
Me gusto leerte una vez mas, y haces que sencillas historias parezcan reales...o no? jeje
Un saludo
Juani
Publicar un comentario