Tuve frente a mí este paisaje el pasado fin de semana. Pero no lo disfruté lo suficiente - Por suerte, lo he contemplado infinidad de veces.
El motivo no fue otro que el de estar atareado en la recogida de la aceituna.
Sí, mi tiempo libre lo comparto entre la agricultura y la literatura. Muchas veces intento compaginar las dos. Mientras recojo aceitunas voy componiendo un poema, o redacto mentalmente un texto. Luego, sobre el teclado lo plasmo más o menos fielmente. Unas horas después, las ideas se modifican sin remedio. Así nos transformamos sin darnos cuenta por efecto del inexorable y maldito tiempo.
Por contra, cuando me enfrasco en un libro o paseo por entre los infinitos blogs, me acuerdo de la tarea que me espera en el campo.
Impregnado por el desasosiego, y por la aceitosa mancha de las aceitunas, deambulo por el acogedor camino de la creación, mientras arrastro con fuerza puñados de olivas.
La tarea de la recogida de la aceituna es ciertamente dura. Todavía se realiza, mayormente, de forma tradicional. Es decir, artesanalmente.
Desde finales de octubre ya estamos recogiendo las aceitunas que irán al molino para extraer de ellas el aceite.
El procedimiento de recogida es, básicamente, el siguiente: Bajo cada árbol, se extienden enormes lienzos, donde se debe procurar que caigan los frutos. Los cuales, de las ramas del árbol, se echan, bien a mano o con ayuda de largas varas. Existen vareadoras mecánicas que son de extraordinaria ayuda, pero a los pequeños agicultores les supone una gran inversión y los rendimientos no dan para mucho.
Cada aceituna es un diminuto cofre que guarda en su interior oro líquido depositado en diminutas celdillas. Cuando se molturan en el molino, dejan escapar el preciado aceite para disfrute de todos.
El poema también es un baúl que guarda celosamente un tesoro, o quizás sólo guarde humo.
Es el valor que cada uno le dé lo que verdaderamente importa.
Yo he guardado una rosa, o el sentimiento más profundo de una mujer. También he puesto el sufrimiento del amor que perdió.
Quería hacer un poema que me resultara ajeno, para hacerlo propio. Esa era la idea que comenzaba a bullir en mi cabeza.
Daba vueltas a unos versos en los huecos de la monotonía agrícola, cuando un esfuerzo necesario me sacaba del ensimismamiento. Al rato volvía a retomar la imposible rima. No la encontraba.
Tampoco podía dejar que mi hermano se quedara con la conversación en la boca. Así iba, forzosamente, ocupando los ratos que podía, en pergeñar el poema.
Tampoco podía dejar que mi hermano se quedara con la conversación en la boca. Así iba, forzosamente, ocupando los ratos que podía, en pergeñar el poema.
El resultado, extendido en el esplendor de la hierba, iba a distar bastante del que al fin conseguí trazar sobre el desierto árido y blanco de la pantalla del ordenador. He aquí ese fruto:
La puerta abierta
Al amor,
de par en par
tenía, de mi casa,
abierta la puerta.
Él
llegó un día,
como el viento llega,
y sus negros ojos
me golpearon con fuerza.
Se instaló de inmediato:
se sentó en mi mesa,
se durmió en mi cama
y cerró ventanas y puertas.
Pero se marchó un día,
llevándose la llave
y mis sueños
en su maleta.
Desde entonces,
que cerré mi casa,
ya no miro
por la ventana.
Ya no saludo
al viajero que pasa.
Ya no sueño,
ni aspiro el perfume
Al amor,
de par en par
tenía, de mi casa,
abierta la puerta.
Él
llegó un día,
como el viento llega,
y sus negros ojos
me golpearon con fuerza.
Se instaló de inmediato:
se sentó en mi mesa,
se durmió en mi cama
y cerró ventanas y puertas.
Pero se marchó un día,
llevándose la llave
y mis sueños
en su maleta.
Desde entonces,
que cerré mi casa,
ya no miro
por la ventana.
Ya no saludo
al viajero que pasa.
Ya no sueño,
ni aspiro el perfume
de la brisa.
Con la brisa fresca
de la mañana,
he cerrado para siempre
la puerta de mi alma.
M.B.R.
Con la brisa fresca
de la mañana,
he cerrado para siempre
la puerta de mi alma.
M.B.R.
9 comentarios:
Impregnado por el desasosiego, y por la aceitosa mancha de las aceitunas, deambulo por el acogedor camino de la creación, mientras arrastro con fuerza puñados de olivas.
Esto es muy sensual Mat, me he imaginado una faena mucho más estimulante bajo ese olivo, sudorosos cuerpos salados, pero buehh... Ahora voy al poema.
Me gustó, aunque no coincida con el calor que me transmitía tu trabajo.
En vez del fin del amor, tendrían que nacer amores apasionantes bajo esas olivas ¿No crees? (No me hagas caso estoy muy loca)
Cerrar la puerta, cerrar la ventana, cerrar... ¿Te has dado cuenta que siempre hay un agujero imposible de cerrar? Me ha encantado tu poema.
Al ser jiennense ya supones que de olivos me defiendo.
Alguna temporada los he trabajado. Es duro, muy duro si el año es lluvioso pero siempre guardo un recuerdo grato.
--
Saludos, Goathe.
Si amigo, recuerdo que en unas vacaciones me desvié de la ruta para ir a Grazalema con el único deseo de ver pinsapos al natural. La Sierra de las Nieves me queda pendiente para otra ocasión.
Abrazos.
Las imágenes que pones me ponen a soñar con lo que veo. Me gusta viajar aunque no lo hago por ahora porque no quiero
Tus letras me dejan soñando con lo que creo...........
besos desde un sol increíble en Miami
No cierres puertas, no puedes cerrar puertas al amor, Mateo...Yo tambiés solia recoger aceitunas, con mis padres y mis niños chicos, pero ahora nos han robado el tiempo y las aceitunas estan esperando a los pájaros...
Eres muy guapo
Esa escena, la he visto mucho en mi tierra de olivares, yo como tu amigo Goathemala, soy tambien de Jaen, tierra de olivos.Pero chico, que quieres que te diga, yo no los envido cuando los veo, creo que es un trabajo duro sobre todo cundo esta helando, ufff, pero bueno, la verdad es que si lo miras con ojos de artista, se le pueda ver algo poetico, de echo ya lo han hecho algunos poetas y escritores.
Por cierto, tu poesia es preciosa, hasta ahora, todo lo que he leido tuyo, me ha dejado buen sabor de boca.
Un saludo
Pumuky
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