martes, 4 de octubre de 2011

De mares y olivos


¡¡¡Hace una caló... !!!
Todo el mes de septiembre fue verano y ha contagiado a su vecino octubre.
Unos de de esos días, cuando se iniciaba supuestamente el otoño, me acerqué al mar.
Al llegar, una leve brisa hizo de calmante a mi piel, liberada por fin del cálido abrazo del sol.
Frente al mar, las monótonas olas seguían tocando el tambor sobre las arenas. A la par, difusas voces de niños, madres y otros le acompañan con su canción. Y el reloj de arena se acompasa con el sol para irse caminando parsimoniosamente hacia el atardecer y el ocaso.
Poco a poco bajan las voces y sube el volumen el mar. Su música pareciera adormecer al niño-sol que se acomoda tras las montañas azules, cansado, allá a lo lejos.
Regreso con la noche, siguiendo la tenue estela de la luna menguante. Y me sumerjo otra vez donde el manso mar de olivos, para subir al blanco barco de casitas de faroles encendidos donde habito.

Camina despacio por esa inapreciable frontera donde agua salada y arena se besan eternamente. En su ignorancia, cree ser un grano más de la arena de la playa y se siente ajeno a todo. Pero no es así. A diario es observado por unos ojos que se suelen esconder tras enormes gafas de sol o las gruesas tapas de un libro. La mujer que observa, a su vez, es también observada. Y así infinitamente todos resultamos a la postre ser un grano a infinitos granos unidos. No estamos solos, la SOLEDAD no es posible, aunque sea a nuestro pesar.

Este otro mar, de verde oliva teñido, también me acoge en las cálidas tardes del incipiente otoño.
Aquí no hay voces, sólo trinos y cantos solitarios de chicharras que agonizan con el verano.
Abrazado a las ramas de los olivos, voy recogiendo sus frutos.
Desde hace siglos la cultura del olivo ha impregnado la esencia de los que nacen aquí, incluso de los que se llegan de otros lugares y aquí encuentran aposento.
Cada año el ciclo se cumple. Al amarillear del fruto, se recogen para, tras su aderezo, comer las aceitunas, ya enteras, ya partidas...cada una en su peculiar textura, aroma y sabor. Alimento imprescindible que acompañó las sopas pobres de los campesinos y que entretuvo el hambre de niños y ancianos

Son cofrecillos que guardan oro líquido en sus entrañas. Aceitunas verdes como manzanitas, de apreciado sabor, salado y aderezado con aromáticas hierbas, para degustación placentera en las mesas más diversas.
Es tiempo de recogida de la variedad "aloreña de Málaga", antes que la inmediata madurez le arrugue la piel y el rostro se le oscurezca. La belleza natural es efímera y se la disfruta, pero también de su madurez se extrae el aceite virgen, tan excelente y no menos natural.
Esa tarea, llamada "verdeo", viene a ser la previa al aderezo. Se parten una a una, dándoles un sutil golpeo que las abre en canal; se sumergen en salmuera, como si en el mar se las sumergieran, para cauterizarlas y alargar su vida verde. Pero no, este procedimiento solo las mantiene tersas y sabrosas un tiempo. Y entonces se las aromatiza y enriqueces con sabores a tomillo, hinojo, ajo, pimiento rojo, o verde....al gusto.



8 comentarios:

Mateo Bellido dijo...

SONIA hizo este comentario, pero no se quiere publicar...cosas de blogger, digo yo.
La verdad es que ha hecho un mes de septiembre de auténtico agosto. Y parece que octubre el aire ya es más fresquito, aunque a medio día siga haciendo un sol de justicia. Pero al menos la brisa es fresca y tanto por la noche como por la mañana refresca ya algo.

Yo soy de mar y tú eres de olivo, jeje.

Es cierto que la brisa del mar ayuda a soportar mejor el calor.

Besos.

Pedro J. Sabalete Gil dijo...

Tus magníficas descripciones me levantaron añoranzas de mi tierra y, lo que es más, me dieron hambre, ganas de aceitunas.

Un fuerte abrazo, amigo. Hoy vi una consonante de grullas en los cielos.

Buscaban África. Afortunadamente el tiempo cambiará en breve.

Nuria dijo...

Lo que se hace de rogar, dicen, merece la pena esperarlo. No obstante, todo acaba llegando, sobre todo lo inevitable, lo queramos o no. Besos

irene dijo...

Ya parece que entró de lleno el otoño, me gusta mucho esta estación, creo que es la que más me gusta.
Siempre que vengo aquí, me haces recordar tiempos pasados, recuerdo esos mares de olivos que visitaba en mis viajes al pueblo de mis padres, son bellos recuerdos. Pero lo que más me gusta es el mar, el mar propiamente dicho, con su agua, sus olas, sus miles de granos unidos que forman la arena, esos atardeceres..., pero, por desgracia, Madrid no tiene mar, ahora estoy en Jerez, espero tener ánimo y buen tiempo para acercarme a este mar gaditano que tengo tan cerca.
Veo que tú tampoco le dedicas mucho tiempo al blog, a mí no sé qué me pasa últimamente, hace ya tiempo, tengo empacho de Internet, me cuesta hasta abrir el ordenador.
Un abrazo, Mateo.

mientrasleo dijo...

Magnificas tus entradas, con descripciones que nos llevan tras las lunas menguantes, o crecientes otros días.
Llegué hoy y me quedo a ver el invierno aquí, proximamente..
Un saludo

mientrasleo dijo...

Esta mañana me acerqué a ver el mar... estaba oscuro, tormentoso. Ojalá supiera traértelo aquí

Recomenzar dijo...

Escribis lindo claro limpio Tus textos me encantan lo mismo que tu personalidad

...PARA DISFRUTAR dijo...

Visito por primera vez tu blog y decido quedarme. tu entrada sobre el mar me gusta, pués a mí también me produce esas sensaciones, y disfruto de él en el amanecer y en el ocaso, en las pocas ocasiones que puedo.
Te sigo.
Saludos