jueves, 28 de abril de 2011

Regreso de la Sierra de las Nieves

De regreso, los caminantes gustan de explorar nuevos senderos y se lanzan por uno menos trillado que se pierde cañada abajo. No es extraño que equivoquen el rastro que seguían por entre las rocas, pero no tardan mucho en retomarlo.
Durante toda la caminata sus teléfonos no eran más que cualquier guijarro del camino; así que, desconectados del mundo civilizado, no podían más que guiarse de su intuición.
Este cuasi fantasmal quejigo me impresionó. Con poco que imagine, un dragón de siete cabezas nos amenaza e impide que continuemos el camino. Todavía otros muchos de esos fantasmales árboles nos acompañarán hasta el final de la meseta.
Atravesamos por fin el puerto que le llaman "de las Boas" e iniciamos la bajada por un pedregoso y serpenteante sendero que a veces se pierde y nos hace desandar los pasos.
El puerto referido no está muy lejos del Peñón de los Enamorados. Y su curioso nombre, que quisiera explicar, no se refiere a esa enorme serpiente, desconocida por estos lares, sino más bien a las bodas; pero, claro, dicho en andalú, que acorta palabras para no gastar tanta saliva.

Cuentan algunos autores, como Manuel Vázquez del Río, "toloxeño" de pro, que antiguamente no se celebraban las bodas necesariamente en las iglesias, sino en cualquier lugar de la parroquia.
Quién sabe, alguna moza de las que andaban por esas sierras tras su hatillo de cabras u ovejas
guapa, morena, curtida por el sol y el frío, pudo enamorar a algún señorito de Ronda que trotara su jaca por esos lugares, algo inhóspitos, aunque románticos y solitarios.
Pudiera ser que, engatusada por el señorito, tarde o temprano cayera seducida en brazos de él. Y en un día de feria, en septiembre, que es la rondeña, los jóvenes al fin, llevados por un arrebato de amor, huyeran a la sierra, ante la férrea oposición familiar de unos o de otros.
Perdida la honra, ¿cómo regresar al pueblo la moza? Mejor que el cura subiera a casarlos. Así, en la encrucijada de caminos en la que se sitúa el puerto, en la mojonera de tres pueblos colindantes, se celebraría la sencilla boda serrana. Y ya no bajaría soltera a la vecindad, pues habría sido honrada y cumplida por su enamorado.

Es la figura esbelta del peñón de Enamorados la que nos acompaña un buen trecho. Y también otras historias que contar van surgiendo con la vista de un paisaje mucho más hermoso cuanto mas desolado e inhóspito.

En bajando del puerto, las piernas cargadas de los muchos pasos dados, el paisaje va cambiando.
Verdes pinsapos nos cobijan por el imperceptible, a veces, sendero. Una densa bruma nos acoge en el descenso hasta aprisionarnos. Justo notamos apenas lo que pisamos, por suerte el sendero es mucho más evidente. En la hondonada que nos llevó la cañada, surgió la duda. Decidimos escapar de la nebulosa atenazante y del incierto camino y ascender por otro para recuperar aquél que por la mañana trajimos.
Con el aclarado del sol, una impresionante pared nos avasalla. Es el Tajo de la Caína. Y otra historia le viene a las mientes al que camina junto a ella.

He oído contar que el nombre del Tajo le viene por el luctuoso suceso
por el que se arrojó hasta despeñarse por él a una mujer, estigmatizada como bruja por la implacable Inquisición.
No podía llamarse de otra forma que "Caína" a tan demoníaca mujer.
Según cuenta la leyenda, hace mucho tiempo vivió por estas tierras una mujer de tan escandaloso comportamiento, que mereció el apodo de la "Caína". Fue juzgada por la Santa Inquisición que tomó la decisión de no
ejecutarla en la hoguera, sino que era necesario una muerte que sirviera de escarmiento a los naturales del lugar. Tras amplias deliberaciones de los responsable de tan implacable tribunal eclesiástico, se decidió despeñarla por los altísimos tajos, que desde entonces llevan su nombre.

Dejado atrás el tajo, un suave ascenso nos devuelve al bosque de pinsapos que nos recibió en la mañana. El sol declina su ascenso y se encamina al ocaso necesario. El fin de semana también. Seguro que los cuerpos de los caminantes notarán el esfuerzo del largo paseo. Antes de abandonar la sierra, guardan una botella de agua fresca que la "fuentecilla de la perdiz" les regaló. Prolongarán así un poco más la esencia de lo inconmensurable.



8 comentarios:

Camy dijo...

Sigo con la lectura Mateo de tu excursión.Es impresionante la fotografía del guejigo, realmente puede inicitar al contemplarlo o recordarlo después, mil historias diferentes, tocarlo ha de ser sensacional y me encantaría de verdad.Abrazar al árbol, tocar su corteza me transmite sensaciones, quizá no fáciles de relatar, pero reales. alguna vez he escrito algo de mi bosque y eso que yo sólo entro por una horas y a sitios conocidos, pero con mi padre he disfrutado mirando cualquier planta silvestre despuntar, por ello, al leerte puedo sentir tu vibración ante una naturaleza tan agreste y tan pura, ¿quién sería el mentecato de llevar ahí un móvil!?
Pobre Caína¡ que poco se entiende al amor en todas las épocas!.
Segura estoy de lo satisfecho que os habéis de sentir
a pesar del esfuerzo, dureza y cansancio, pero con el espíritu pleno, y -lo digo yo, urbanita por los cuatro costados- pero entiendo el latido de la montaña, aunque me da ¿miedo? ¡respeto!
Un beso

irene dijo...

Llevo una temporada algo perdida, ahora no puedo, pero volveré para leer detenidamente tus escritos sobre la Sierra de las Nieves.
Besos, Mateo.

Recomenzar dijo...

Maravillosa las fotos y tus recorridos del mundo del caminante te dejo un beso y un siempre
****te recuerdo****

irene dijo...

Y por fin, el descenso, el final de la aventura, una bonita vivencia para el recuerdo. Me daría mucho miedo que la noche me pillara por esos lugares con los fantasmales árboles, debe ser una sensación impresionante e inquietante. Me ha hecho gracia lo de "las Boas", y esa afición que tienen los andaluces a comerse las letras, a veces, si es muy cerrado, me cuesta entender el "andalú".
Un placer leerte con esta mezcla de realidades y leyendas.
Un abrazo, Mateo.

Sandra Figueroa dijo...

Mateo, que bellas fotos, un paseo hermoso entre tus letras y ellas. Un texto tan bello que hace al alma que te lee soñar despierta. Un placer leerte amigo. Besos, cuidate mucho.

Recomenzar dijo...

No te imaginas las ganas que tengo de viajar Pero tendria que hacerlo sola todo el mundo trabaja y nadie puede venir conmigo

María dijo...

Un bonito paseo en un lugar mágico, Mateo, gracias por compartirlo.

Un beso.

SOMMER dijo...

Siempre es un placer leerte querido amigo Mateo. Quizá por eso, extraño tu ausencia.
Un abrazo.