viernes, 26 de marzo de 2010

Morir de Amor

Un abuelo en casa es un manantial de sabiduría. Yo tengo esa suerte, también mi familia; lo cierto es que son dos, abuela y abuelo, muy mayores y ya solos los dos.
El abuelo, con sus casi noventa años, no deja de manar ahora sus recuerdos. Quedó ciego, desgraciadamente, pero su mirada vive en el tiempo. La abuela no habla mucho y ya escucha poco, pero sus ojos lo recuerdan todo.
Esta tarde, sentado cerca de ellos, estaba dispuesto a sumergirme en la novela que me tiene ocupado últimamente. Ajeno a ello, el abuelo se dirigió a mí...¿dónde dejamos la conversación el otro día?
Ciertamente, una tarde, mientras paseábamos, le pedí que me hablara del abuelo de una compañera de trabajo. Es que ella sentía curiosidad por saber lo que en su casa nunca se contó abiertamente.
Una sencilla historia que se dice así....

Juan era un joven campesino que vivía en una cortijada alejada del pueblo. Tras una jornada dura de trabajo, bajo un sol incansable, se sentía con ganas e ilusión por ir a la feria del pueblo. En eso estuvo todo el día pensando. Le gustaba una chica y esperaba verla pasear por las calles engalanadas de banderitas y farolillos.

Soñaba verla aparecer con su vestido nuevo y sus ensortijados cabellos al viento.
Se bañó en el pilón donde cerca abrevan las vacas ... luego se perfumó convenientemente. Se vistió con ropas sencillas, una camisa blanca y su único pantalón negro. Se dispuso presto a perseguir al sol en su ocaso... y con la frescura de la anochecida, llegó al pueblo.
El empedrado de las calles le saludó al mismo tiempo que los cohetes y la algarabía de fiesta.

En la plaza, la orquesta animaba una verbena donde chiquillos brincaban con jubilosa alegría. Los grupitos de chicas comenzaban a aparecer y los mozos ya las esperaban nerviosos.
Hasta que no apareció por la esquina María con dos de sus amigas cogidas de los "bracetes", Juan no se despegó de la pared donde permanecía apoyado. Por aquellos años -años 20 del siglo pasado- era habitual que las primeras parejas que se dieran al baile la formaran dos mujeres. María lo hacía con sus amigas, alternándose con ambas en los consabidos pasodobles.
Aquella noche, Juan se atrevió a pedirle que bailara con él. Ella aceptó sin titubear.
Tras el descanso de la orquesta, dieron el paseo acostumbrado por la calle principal y se dieron conversación.
Con sus escasos ahorros, Juan invitó a María a altramuces y a montar en la noria.
Como quiera que él la notara alegre y halagada, no dudó en ir un paso más allá, le pidió ser su pretendiente. El muy inocente no se había dado cuenta de que, más que conquistador, había sido conquistado, pues hacía tiempo que María le había echado el ojo.

Al día siguiente Juan esperaba en la puerta de su pretendida a que se decidiera a salir por fin. Acabada la feria, Juan siguió acudiendo a la cita todos los domingos. Un mes más tarde pidió formalmente al padre permiso para ennoviarse con su hija.
Una boda sencilla tras poco más de un año de novios, fue el inicio de su vida juntos. En pocos años nacieron tres varones y una chica.
Juan era un hortelano ejemplar, pero no era suficiente lo que le proporcionaba la huerta para mantener a su familia. María vendía las hortalizas en una pequeña tienda y Juan buscaba en los mercados de los pueblos vecinos otros productos que él no podía cultivar. Y así, con estrecheces, iban criando a sus hijos.
María volvió a quedarse embarazada. Nacieron mellizos de un mal parto y María enfermó ... a los pocos día,
falleció.
Juan se encontró solo y desesperado, incapaz de reponerse, ni siquiera por sus hijos. Menos mal que la madre de María se hizo cargo de ellos...aunque los mellizos no salieron adelante y también fallecieron.
Juan -cuenta el abuelo- sólo encontraba consuelo junto a su esposa. Por eso se le solía ver pidiendo cada noche la llave del cementerio al sepulturero. Allí junto a la tumba de María fumaba un cigarrillo tras otro y la lloraba amargamente...su pena se mezclaba con el humo que ascendía sinuoso, consumiéndole lentamente el ánimo.
Una mañana no muy lejana, sus hijos intentaban despertarle..,pero él se había ido con su compañera del alma la noche anterior en su última calada de cigarrillo.


11 comentarios:

Recomenzar dijo...

. Por eso se le solía ver pidiendo cada noche la llave del cementerio al sepulturero. Allí junto a la tumba de María fumaba un cigarrillo tras otro y la lloraba amargamente...su pena se mezclaba con el humo que ascendía sinuoso, consumiéndole lentamente el ánimo.
Una mañana no muy lejana, sus hijos intentaban despertarle..,pero él se había ido con su compañera del alma la noche anterior en su última calada de cigarrillo.

Increible a veces pasa otras veces como me pasó a mi seguí sobreviviendo y encontré mi camino para seguir viviendo porque eso es lo que el hubiera querido Y ya ves Mateo recomencé y recomienzo a diario poniendo en mi voz mis anhelos de mujer niña jugando .Me encantó este texto ........me hiciste vomitar algo de mi que tenia adentro. Brindo por vos que sos hombre y disfrutas de tu vida y tus momentos

Recomenzar dijo...

Te cuento Star se ha convertido en detective privado Vení a cargarlo...y si le preguntás algo siempre tienen la respuesta jaja!!! el mundo loco de los blogs
mas besos

Palmoba dijo...

Sabes?? mi padre siempre dice que la edad es un grado y así es.

Bonita historia Mateo y muy bien escrita.

Tener un abuelo cerca es algo maravilloso.

A nosotros que ya no nos quedan abuelos (los mios murieron y los de mi marido estan en su pais) nos hemos autoadoptado con nuestra vecina de nefrente.
Y estamos encantados!! ella y nosotros de todas las tardes que compartimos!!

Un abrazo.

MaLena Ezcurra dijo...

No puedo escribir me puse a llorar como tonta pensando en mi abuelo Manuel.

Qué bello es el amor cuando es primordial.


Un beso enorme y linda semana.


MaLena.

María dijo...

¡¡¡Pero qué bonito está tu blog!!!! ¡¡¡¡me encanta el nuevo diseños!!!! te felicito por tu buen gusto, Mateo.

¡Qué razón tienes! los abuelos, las personas mayores son un gran manantial en experiencia de sabiduría. Ellos nos cuentan historias muy interesantes, además, les gusta que les escuchemos y sentirse acompañados y útiles. Ellos, los mayores, son de gran importancia para todos.

Yo hace mucho tiempo que no tengo abuelos, Bonita historia la que nos contado.

Un beso.

Pedro J. Sabalete Gil dijo...

A mi ya no me quedan abuelos desde hace mucho. Una auténtica lástima pues sus consejos me habrían venido bien.

Bonita historia de amor extremo, una historia palpable, cercana, con unos términos que llevan a mi tierra,

Gracias por ponerte la foto, todo un honor para mí. El árbol de las flores rosas se llama árbol de Júpiter o lagerstroemia índica.

Un abrazo.

irene dijo...

Precioso relato y muy tierno, pero desgarrador, morir de amor, como dice esa bella canción, sería una dulce forma de morir y un afortunado el que lo lograse, es mejor que matar al amor, que por desgracia suele suceder más a menudo.
Me encanta Aznavour.
Un beso, Mateo.

Camy dijo...

Hay momentos en la vida de los ancianos que necesitan contarnos su pasado, su recuerdo, sus historias y si las escuchamos de verdad podemos ver que cambian los nombres, la moda, pero lo sentimientos siguen siendo los mismos ¡O no?
Un beso

Clarice Baricco dijo...

Que bonita historia. Me dieron ganas de que resucite mi abuelita. La extraño mucho y sus historias que me contaba.

Beso amigo.

Anónimo dijo...

Hola Mateo
preciosa historia de amor.
Mientras la leia, me la iba imaginando y me venia a la cabeza las historias que nos contaba mi madre, de cuando ella era joven....parece que fue ayer!!!!
Que gran suerte tienes de tener aun a tus padres, contigo y tu, eres un buen hijo que cuando ellos ya no esten, te habran dejado muchas historias, y mucho amor que recordar toda tu vida.
Un fuerte abrazo
Juani

la_gaviota dijo...

siempre tus relatos, me gustan mucho brazos y besos
LA_GAVIOTA
muy agradecida a todos, besitos, pido disculpas, si los tengo un poco abandonados a todos ustedes, motivos personales me mantienen ausentes de sus letras de sus casas blog, y de mi propio blog, todo en esta vida es temporal, menos la amistad, aquella que se cultiva basada en la verdadera lealtad y sinceridad, muy agradecida por vuestras muestras de cariño constante, besitos nos vemos.